Especulaciones: Dinámica de la Acción Individual

No se nos enseña en la escuela a valernos por nosotros mismos. O a saber decidir. En definitiva, a ser autónomos, a actuar dentro del marco de la vida, basada en la experiencia y la acción, no de los datos y la abstracción -aunque no niego la importancia de estos, habría que matizar las funciones de la educación, pero eso es materia de otro post. Ahora no voy a hablar de casos particulares -ya se sabe, el diablo está en los detalles-, así que hablaré más en general, en la ahora sí abstracción posterior a la experiencia (si es que hay que leer más a Kant). Comencemos con un esquemita:

Voluntad (el querer algo) –> Actuar (dependiente del Valor) –> Consecuencias

Este puede ser el desarrollo lógico de la actividad del hombre: queremos algo, hacemos algo para consumar esa volición, y obtenemos unos resultados que pueden ser positivos o negativos. Pero en realidad, la mayoría de las veces, nos movemos en torno a los extremos. Me explico: Queremos muchas cosas, y fantaseamos con lo que podríamos tener; y al mismo tiempo le damos cientos de vueltas a la cabeza con lo que podría pasar, con las consecuencias malévolas o benignas que podrán caer sobre nuestras decisiones. Ejemplo (con otro esquemita):

«Conozco a una chica» –> [Es atractiva y quiero «algo» de ella] = Voluntad: «lo que me lleva a imaginar» –> [Noche de las que hacen historia] = Consecuencias.

¡Pero esas consecuencias son imaginaria! ¿Dónde está la fase intermedia? ¿Es lícito saltar directamente a las posibles consecuencias? Frente al fantaseo, obviamos la fase principal del proceso, que es el actuar. Es el momento más material y real, que lleva a unas verdaderas consecuencias. Direis «eso ya lo sé», pero dejadme desarrollar un poco más esta reflexión para que ver dónde quiero llegar.

Cuando imaginamos situaciones, querencias, y consecuencias, se pueden montar esquemas y opciones de vida tremendamente preparadas y complejas. Todo un reto a la imaginación y a la reflexión de las posibilidades de una vida. Pero cuanto más se desarrollan estos esquemas de vida, más peligro hay de que aparezcan al final de las consecuencias enunciados contrarios. Si se piensa que todo es posible tras tomar una decisión, que se encuentra al mismo nivel que salga bien o mal, con total indiferencia por el resultado, tomar una decisión se vuelve banal y absurdo. Si puede pasar cualquier cosa sin finalidad, da igual actuar como sea.

Por eso ahí debe entrar una Voluntad Activa. Desprenderse de las «comodidades» de la indiferencia, y decidir qué querer, no sólo sopesando opciones. He ahí la importancia del actuar y el valor. Actuar no se actúa porque sí, sino que tiene una dirección y finalidad. El primer paso es entonces la actividad y trabajo de la Voluntad Activa, definir lo que se quiere, o en otros términos, hacer razonables las fantasías de la Voluntad, con unas consecuencias abarcables.

Decidir es definir lo que se quiere. Pero eso nunca es suficiente -tampoco. Lo difícil es pasar a la acción y llevar a cabo las decisiones que se toman. Aqui es cuando entra el Valor. El Valor puede verse representado como el actuar porque sí (aunque la decisión tenga una finalidad), la acción en libertad, por pura determinación del espíritu, sin que interfieran otros intereses físicos o materiales. Valor como agresividad, como «ímpetus», para levantarse subersivo, contra la inercia, sabiendo qué se arriesga y asumiendo las posibles pérdidas. Una guerra sin valor, sin ese arrojo irracional y extático del soldado, se convierte en guerra de trincheras, de desgaste. En la vida cotidiana, la carencia de valor convierte la vida en un desfile de fantasías y posibilidades no llevadas a cabo.

Ya lo decían los romanos: «Fortuna Audaces Iuvat». La fortuna favorece a los audaces. Y si los cementerios están llenos de valientes, es porque a los cobardes no se los entierra en tierra sagrada. El mundo es lo suficientemente grande como para fracasar y acertar todas las veces que se quiera.

Posiblemente yo me aplique menos el cuento de lo que debiera. Pero ser valiente es complicado. Uno tiene que estar muy seguro de sí mismo, muy definido, y sobre todo asumir y comprender las consecuencias, ser conscientes del fracaso, y no rendirse ante él. No actuar es más cómodo, ya que actuar nos puede llevar al abismo, pero también hay una gloria -por pequeña que sea- tras una derrota… o eso comentan. Y hasta que no se actúa no se sabe el alcance de lo que hagam0s, y aunque sea malo, siempre es mejor que permanecer en ilusiones.

Tenemos que autoeducarnos más en la valentía, que no es otra cosa que la capacidad de autoreflexión en nuestra libertad, nuestras posibilidades de «ser», lo que queramos. También es autonomía, la capacidad de darnos nuestras propias leyes, como individuos. «Sapere Aude», decía un loco alemán: ten la audacia de comprender [por tí mismo].

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