Ver las noticias en la televisión resulta del todo desconsolador. Por varios aspectos. En primer lugar, el carácter edulcorado de las noticias que nos muestran, que deriva en noticias convertidas en prensa amarilla, donde lo importante es «la cara amable» de una catástrofe que haya matado a miles de personas. Y es fascinante la capacidad de encontrar en la más grande de las miserias lo afable y lo alegre, aunque la foto del día sea la de cientos de cadáveres apilados junto a unas ruinas. En segundo lugar, y derivado directamente de lo primero que he comentado, es la nueva estética que están tomando los informativos. Juegos de cámaras, tecnologías punta, y planos que asustarían al director de cine más vanguardista. Una actuación y un savoir faire de los presentadores delante de las cámaras digno del Actor’s Studio. Todo un despliegue de desacralización de la noticia objetiva, informativa, que nos muestre la realidad del mundo. Es cierto que ya no nos horrorizamos con el Horror.
Pero todo esto me lleva de cabeza al tema que verdaderamente me interesa. Pese a las noticias premeditadamente o no descafeinadas, sí que se nos muestra una realidad del mundo francamente desconsoladora. Si me refiero a «balcanización del mundo», es por un aspecto histórico bien simple: en el periodo que va de 1910 a 1914, los Balcanes se convirtieron en el polvorín de Europa. Las relaciones internacionales en gran medida dependieron de lo que ocurría en esa zona, que propiamente tenía una gran inestabilidad política. La Guerras Balcánica fueron un reflejo de lo que después sucedería en el resto de Europa, y fue allí donde los tejemanejes diplomáticos conjuntamente con el asesinato de un lider de un país ya decadente por terrorista de un territorio mucho menos importante, llevaron al mundo a una de las peores guerras de la historia: la Primera Guerra Mundial, la Gran Guerra.
La inestabilidad de un territorio francamente de interés menor consiguió esto. ¿Qué no puede ocurrir ahora cuando la inestabilidad es general y la diplomacia global? Es desconsolador ver imágenes como las pocas que la sensibilidad televisiva deja ver (aunque lo que venda sea el morbo), además de las noticias simplemente enunciadas, futuras. Enumeremos: el conflicto en el Sahara, y su muro (proliferan los muros); el estado de rebelión en Túnez ahora; la masacre de cristianos en Oriente Próximo y Medio; el eterno conflicto palestino-israelí, que parece que va a más;, y su muro; los tribalismos africanos y las luchas étnicas; Irán como amenza perpetua; Pakistán e India; la duda de China; la cada vez más aventurera Corea del Norte; los populismos y la narcopolítica sudamericana; el muro entre Grecia y Turquía; la inestabilidad política, social y económica en Europa y EE.UU. (que después de todo, podría ser peor); otro muro más entre Méjico y EE.UU.; etc. Una larga lista incompleta que se completa con diversas catástrofes naturales desde Haití hasta las inundaciones en Australia y Brasil. Y la globalización hace a todo el sistema global de paises interdependientes, más allá de una ONU que lo que hace es mirarse los zapatos nuevos en vez de actuar como debería. Esta es la balcanización del mundo.
No quiero ser agorero ni apocalíptico. Sin embargo, es obvio que algo no va bien. La globalización de la política y el nuevo juego diplomático encubierto nos está devolviendo a una situación lejanamente similar a la previa a la Gran Guerra. Esto nos lo ha mostrado perfectamente el descubrimiento de Wikileaks, además del sentido común de la gente. ¿Habrá otra gran guerra? No lo sé, pero el mundo va por mal camino, y a este paso, puede suceder cualquier cosa.