Apostasía: Teoría y Práctica

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[Javier Krahe – Fuera de la grey]

La «apostasía» es una cosa muy bonita que en la sociedad actual occidental no te acarrea la pérdida de la cabeza (no así en algunos países musulmanes). Esta consiste en renunciar públicamente a la fe que se supone que se tenga y salir de esta forma de la institución que regula esa fe (a diferencia de la herejía, que es la divergencia doctrinal, y del cisma, que es la divergencia política). En el caso de España, la fe mayoritaria es el cristianismo latino, y es el que se lleva la mayor parte de las defecciones, también por la historia que ha tenido, que genera no pocos rechazos.

La Iglesia Católica no se toma de buen grado esta defección, como es lógico. En realidad se lo toman con cierta sorna, entre el «te estás condenando» y el «para nada te va a valer». La apostasía formal para la Iglesia Católica no tiene valor espiritual. En un documento de 2006 titulado «Actus formalis defectionis ab Ecclesia Catholica» refleja el hecho de que para la Iglesia Católica no existe ese acto de «irse de la Iglesia»: dado que es algo espiritual, el apóstata lo es por sus actos, en contra o en rechazo de la fe, y no por que un papelito diga que eres apóstata. Sin embargo, dado que los tiempos presentes requieren de un «acto formal», pues se hace y punto. Aquí es donde viene la sorna: parece obvio, pero por mucho que apostates, la unción del bautismo nadie te la puede quitar, no te «desbautizas», así como tampoco la comunión con el cuerpo de Cristo (esta para quien la tenga). Lo que quiere decir es que ya puedes apostatar, que espiritualmente seguirás ligado por bautismo a la fe de Cristo y ya ajustaremos cuentas en el más allá. Para la Iglesia eres un cristiano en rebeldía. Digamos que la Iglesia acepta tu pataleta y te da un caramelito para que te quedes conforme, cuando sabe que ya la diabetes no te la quitas de encima.

Sin embargo esta no es una cuestión de fe. O sí, pero de otra forma, porque es una cuestión de libre albedrío. En España esta cuestión está regulada por la ley, más que nada porque la Iglesia Católica es una «asociación» y, como tal, tiene un registro de afiliados por los cuales recibe apoyo y subvenciones del Estado (como a los que tiene cualquier asociación). El problema está en que, tal y como está organizada la Iglesia, la afiliación (repito, en términos jurídicos, no espirituales) se realiza sin consentimiento del afiliado (bautismo, claro). Pero por su regulación jurídica están obligados a «concederte la baja», aunque «realmente» no tenga valor. Cosa curiosa esto de la división entre lo espiritual y lo material. El caso, esta baja te la tienen que conceder, y esta se concede a través del acto formal de apostasía.

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Juliano, grán apóstata, mejor persona.

Hace mucho tiempo que decidí apostatar, con un objetivo doble: primero, reconocer oficialmente mi descreencia en la fe que se me ha impuesto por cultura y dejar de engrosar el número de afiliados de la Iglesia Católica, y segundo, más poético, para tomar las riendas de mi espíritu, hacerme cargo de mi libertad, ser autónomo. Al menos espiritualmente; una forma simbólica de tomar el control de uno mismo. El proceso es muy sencillo y, frente a experiencias complicadas que he leído por internet, la mía ha sido fácil y amable. Se necesitan tres documentos: la partida bautismal, fotocopia compulsada del DNI y una declaración de «apostasía». Esta última se puede conseguir en esta página, donde además explican todo el proceso y hay experiencias de usuarios. La compulsa del DNI te lo hacen en comisaría o en otras administraciones, con una tasa de un euro y pico y poco más. En un rato lo tienes. En mi caso esto fue lo más sencillo. Conseguir la partida bautismal no es que sea difícil, pero en mi caso se dilató. Lo que hay que hacer es ir a la casa parroquial de la iglesia donde fueras bautizado y solicitarla. Mi búsqueda se alargó dos veranos porque estoy fuera de mi pueblo y cada vez que iba no encontraba al cura. Al final, por suerte, le pillé al salir de misa, y al día siguiente me citó y me hizo la partida (sin coste ninguno). Le sorprendió el motivo de mi petición, pero no puso pegas ninguna.

Una vez que tienes estos tres documentos, tienen que ser enviados al arzobispado que corresponda, aunque es preferible hacerlo en persona. Esto lo digo porque me pasó una cosa curiosa, tal vez lo único reseñable del proceso. Yo mandé los documentos desde Granada al arzobispado que me corresponde, el de Mérida-Badajoz. A los pocos días me fueron devueltos con una carta explicándome que se lo comunicara al Arzobispado de Granada, que ellos ya se lo dirían, y que a su vez se lo comunicarían a la parroquia correspondiente. Esto me extrañó bastante, porque en todos lados te dicen que tiene que hacerse en el arzobispado que te corresponda. El caso, pedí cita en el Arzobispado de Granada y en apenas diez minutos estuvo todo hecho. Según me contó el señor que me atendió, lo de la carta y tener que hacerlo presencialmente se debe a que es mejor así, hay que firmar cosas y te tienen que contar cosas y por eso te piden que vayas a la sede. Y se ve que no importa la que sea. Como digo, en diez minutos firmé mi declaración de defección, me dieron un papelito donde esto se confirmaba y fin.

Los efectos de la apostasía son pocos y todos centrados en los ritos de la Iglesia. Al apostatar lo que te hacen es que en el libro bautismal de tu parroquia anotan al lado en latín «se ha ido de la Iglesia». Nada más. La cosa es que a partir de ese momento tu partida bautismal queda bloqueada, y no se puede solicitar para ningún rito religioso que lo requiera, como casarte o entrar en una hermandad. Fin. No sé hasta qué punto uno se puede arrepentir y re-entrar en la Iglesia, porque no te puedes volver a bautizar. En el caso de España no hay nada más. Estar dentro o estar fuera no tiene efectos materiales, de hecho ni siquiera espirituales, pero le hace a uno sentirse más dueño de sí mismo. Si en el futuro me arrepiento ya buscaré las formas de volver al redil, mientras tanto me obstinaré en mi defección.

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La proclamación de Juliano. Qué queréis, no hay muchos apóstatas famosos.

Es curioso volver a escribir aquí empezando por esto. Ahora sólo tengo que empezar a montar mi gran ejército pagano y ya volveremos al fin de los tiempos.

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