«Fracasar mejor», decía Beckett. Hay que fracasar, y después, fracasar mejor. De los errores se aprende, o eso dicen. Yo sé ésto que dice Beckett porque Jorge Riechmann lo sabe. Él me lo dijo. A mi y a otro puñado de persona que fuimos a la presentación de su último libro en una librería aquí en Sevilla. Libro que, oportunamente para mi, se titula «fracasar mejor». Conocía a Riechmann no por haber leído nada suyo, sino por otras voces que me lo mencionaban insistentemente, recomendaciones sobre las que yo guardaba un elegante silencio. Si bien el hecho de haber estado en una presentación suya, presidida por él, y asumiendo que su voz en una voz a tener en cuenta, eso no cambia mis inclinaciones. Simplemente hace menos turbio mi criterio. Pero ese no es el tema que me trae aquí hoy. Decía que decía Jorge RIechmann que decía Beckett eso de «fracasar mejor». En su intervención, Riechmann habló del hombre, que está cavando su propia tumba en la tierra que está esterilizando, de las incoherencias del mundo occidental, más que de sus dirigentes, de sus pobres trabajadores. Habló tímidamente de «ecosocialismo» (tímidamente pues no es lo que le llevaba allí), aunque habló mucho de ética, de política, de la acción de los hombres. No hace falta poner etiquétas ni subsumir un discurso a una «ideología» para hablar seriamente de política. Habló de posibilidades, de futuro, de «un pan en cada mesa y viajes cada miércoles a Marte» (parafraseo, posíblemente de forma equivocada, a un poeta que no recuerdo citado por Riechmann, quien criticaba su afirmación). Y yo quise insertar en su discurso algo de lo que no habló, de «resistencia». Por lo menos, yo lo escuché resonar en mi cabeza cuando él leía algunos textos del libro que fue a presentar. Por ahí divergían mis pensamientos, y siguen, con el hondo resonar de esa fórmula tan incomprensible y lúcida: hay que fracasar mejor.
Me sigue sorprendiendo la pregunta que se suele hacer cuando demuestras un conocimiento que no tienes por qué saber, como saber arreglar un cacharro o conocer bastante de la literatura italiana de los siglos XIX y XX, esa pregunta tan típica de «¿por qué sabes eso?». Ya no me la hacen tanto. Suelo responder «porque sÍ», o, siendo más diplomático, «porque lo he aprendido». No estoy diciendo que lo sepa todo, pero conozco mucho. Y es sorprendente que la gente se siga sorprendiendo de que alguien conozca cosas. Vale, sí, cosas que uno no espera que una persona X conozca. Pero actualmente, con Wikipedia a un click, es fascinante que la gente se sorprenda del conocimiento adquirido. O será que soy demasiado particular, o que soy un consumidor de conocimientos, que necesita seguir devorando datos, pero que no se satisface. Y aún reconociendo esta posibilidad, continúo. Quiero evitar cualquier atisbo de melancolía, aunque implícita, es mejor no obcecarse en ella, como sugirió el bueno de Riechmann. Fracasar mejor como un mantra, pero no como una obligación. Es decir, fracasar mejor sabiendo que se volverá a fracasar. Fracasar con el único horizonte en el hacer propio, sin objetivo. Fracasar para que la próxima vez se pueda decir «he estado más cerca». No importa cerca de qué, la cuestión está en conseguir alcanzar una cota como si fuera una derrota, para que el espíritu no deje de trabajar. Y así, como el Quijote, ver gigantes sabiendo que son molinos, y después montarse en Clavileño a pesar de ser un trozo de madera. Saber que nuestro trabajo, el hacer del día a día, nunca es definitivo ni perfecto, y no rendirse por ello. Y temo que al decir estas cosas aparezca un «espíritu iluminado», una pose New Age. Es uno de los peligros. Pero no se trata de eso. Se trata de, como Cioran, reconocer las contradicciones y limitaciones de la existencia personal e íntima, temporal y corruptible, y que aunque escribir no vale de nada, se sigue escribiendo, porque es lo que mejor se sabe hacer, o porque es lo que tranquiliza el ánimo. Fracasar mejor como ejercicio de resistencia, como la obcecación de un niño pequeño a entrar la figura cuadrada por el hueco circular. Resistencia lúcida, en la espesura, emboscado, sabiendo que no hay otra cosa que bosque, pero siempre poniendo un pie fuera. O, incluso mejor, plantando un árbol en el llano, haciendo crecer poco a poco el bosque, ganándole terreno a la Victoria.
Está bueno poder saciar nuestra curiosidad con un solo click, yo misma recurro a menudo a Wkipedia. Pero no olvidemos que la misma no está exenta de censura y edición, como he comprobado por experiencia propia. Y así las cosas, podría resultar hasta peligroso considerarla una fuente de saber.
Agradable tu post. Vayamos por mejores fracasos :)
Saludos.
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