[P.J. Harvey – Down by the water]
[El siguiente texto se puede considerar un resumen más o menos elaborado de una charla con el mismo título a la que asistí en tiempos, muy interesante, por lo que me digné a escribir esta “reseña”.]
Aún tomándolo con seriedad, es importante y necesario hablar de la risa. Toda crisis es tal porque no nos deja reír. La risa se presenta como algo cotidiano, algo humano, su parte más excitante. Ya decían los antiguos, que la risa es un proprium humano, algo propiamente humano. Y aunque los animales también se ríen, lo que me interesa es la risa humana. Para los escolásticos la risa era manifestativa de inteligencia. Pero hay que ponerle patas a esta abstracción que hace la risa. La risa es un fenómeno biocultural, es decir, es del cuerpo y del alma. Para ahondar, mejor hablar de una risa que va ligada a la alegría y es involuntaria, ya que otras formas de risa no tienen el mismo efecto ni físico ni psicológico.
En primer lugar, reconocemos que todos los hombres se ríen, pero no de las mismas cosas. Existen distinciones en lugar y tiempo. Respecto al lugar, se puede poner un ejemplo de Marta Nussbaum, de cuando ésta vivía en Bali. Allí tenía una sirvienta, a la que un cierto día se le murió un familiar. La sirvienta, en lugar de mostrar pena y abatimiento, mostraba una amplia sonrisa, cosa que extrañó a Nussbaum. Con todo, la sirvienta pidió a su jefa unos días para ir al entierro, cosa que con ciertas reservas, le concedió. A su vuelta, seguía sonriendo la sirvienta ampliamente, y Marta Nussbaum, pensando que había sido engañada por su sirvienta que había usado los días como descanso y la muerte del familiar era falsa, le preguntó. A lo que la sirvienta le respondió que estaba mal visto mostrar tristeza a la muerte de alguien cercano, y por eso en su cultura, ante la muerte, la gente sonreía. Con respecto a la distinción de tiempo, simplemente que nuestra sensación ante lo que nos provoca risa va cambiando no sólo con la edad, también con el paso del tiempo sobre las culturas. Así, por ejemplo con el anuncio aquel de Benetton en el que aparecían diversas autoridades internacionales besándose, a nosotros tal vez no nos escandalice e incluso nos haga gracia cuando hace algunas décadas (¡E incluso actualmente!) para muchos era algo impensable. Así, por ejemplo, la risa sobre el poder tiene un efecto depotenciador, y sobre aquello que resulta inconcebible reírse (lo sagrado), la acción de la risa es distensiva, relajante.
Pero, ¿por qué nos reímos? Para los griegos, nos reímos de lo que está “por debajo” nuestra, es decir, lo lejano, lo que vemos desde la seguridad. Sin embargo, esta lejanía “risible”, se sustituye en el XVIII por la “Teoría de la Incongruencia”, primero por Hutcheson y más tarde retomada por Schopenhauer. Esta teoría achaca la risa a la incongruencia entre un objeto y los objetos reales relacionados. Por ejemplo, aquí un chiste en el que se da esta incongruencia:
– Oye, te vendo un camello.
– ¿Y para qué quiero yo un camello vendado?
Creo que no hace falta explicación. La ruptura con lo real, con lo normal, es lo que hace gracia. Así nos adentramos en una caída en el ridículo, la transformación de una idea que queda en nada. Y si desaparece la realidad, subimos a la abstracción. Para aparecer la acción de la risa se tienen que dar tres requisitos: (1) Aumento cognoscitivo. Es decir, una ampliación del margen de lo real posible en la acción. Esto es normal, ya que no nos reímos de un chiste que ya conocemos; (2) observación desde un lugar de seguridad; y (3) libre juego entre lo real y lo ficticio. En el chiste, por ejemplo, anticipamos según lo que conocemos, y causa risa cuando es algo inesperado. Así, por ejemplo, en el juego del escondite, nos reímos cuando estamos escondidos y el que nos busca se encuentra muy lejos de nosotros porque el concepto o representación de realidad de esa persona no es igual a la nuestra, sabemos que se equivoca en algo que nos parece obvio.
Tras esto, partiendo desde Aristóteles, podemos concebir los distintos tipos de risa alegre e involuntaria. Así, distinguimos una risa menor, chabacana, o chocarrera. Esta sería una forma de risa menos, que recuerda que el hombre es humano, y es un humor de recuerdo de la realidad, de verse atado a la tierra pese a trascender. La otra forma, la risa mayor, sería la ironía, dar a entender lo contrario de lo que se dice, una forma de ir por encima de las palabras a la realidad. Sería esta la máxima expresión de la ironía. (Esta risa, la risa irónica, corre el peligro de convertirse en risa del absurdo, risa posmoderna, mediante la cual todo lo que se considera serio se acaba rompiendo. Es una risa nihilista, destructora, apocalíptica). En conclusión, hay cosas (como la muerte) que no se pueden pensar, que son límite de nuestro pensamiento. ¿Está la realidad al alcance de la mano o sólo podemos reírnos de ella? La risa es una forma de buscar y acceder a esos límites, y aunque no nos ayude a entenderlos, sí que puede hacérnoslo menos pesado. A fin de cuentas, cuando nos reímos con alguien, es que nos hemos entendido.