Salomónica

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Hace un par de semanas me encontraba trasteando por los desordenados anaqueles de una librería de segunda mano cerca de Santa Catalina, por cierto, según expertos, fuera de riesgo de derrumbe para gracia de muchos feligreses. Entre un más que ajado volumen de las «Glorias religiosas de Sevilla» (1882) del muy ilustre José Bermejo y Carballo en una edición facsimil de 1987, y el libro de un biblista magufo sobre algo relacionado con Moisés y el fin de los tiempos, encontré un volumen que picó mi curiosidad. Era un libro en papel de Biblia de no más de 120 páginas en octavo mayor titulado «Salomónica», que recogía una serie de leyendas semitas, historias y dictámentes apócrifos atribuidos al rey Salomón, pero que por el tiempo o por interés no habían entrado en el canon bíblico. Lo que más me sorprendió fue la autoría del estudio inicial, recopilación y comentario de los textos, a cargo del ilustrísimo biblista italiano Nicola Calvelli (1903-1985), muy apaludido por su monografía programática «El hacer de los sabios: una lectura atea de los profetas» (Bolonia, 1932) y por su «Nuevo diccionario interpretativo del Antiguo Testamento» (Milán, 1949) en cuatro volúmenes, que provocó una importante polémica al entrar en conflicto con algunas de las interpretaciones más canónicas de la Biblia. La traducción de esta «Salomónica» vertida al castellano databa de 1967 (no constaba fecha de publicación original), por una editorial totalmente desconocida para mi. No hace falta decir que habiendo recorrido ya en varias ocasiones la bibliografía de Calvelli, no encontré rastro alguno de este pequeño volumen entre su vasta producción. Cierto es que el estilo correspondía indudablemente a Calvelli, pero cierta renuencia a enunciar verdades latentes en su argumentación, e inclusive alguna nota dispar de humor, me hicieron sospechar de la autoría, muy tímida para un polemista como Calvelli. Tampoco hallé referencia alguna en sus libros y artículos que pivotaban sobre la figura de Salomón, ni en sus comentaristas más conspicuos. La interpretación no era distinta de la que ya daba, pero el tono hacía dudar.

Sin más, me sumergí en las historias apócrifas del Rey Salomón que ofrecía ese volumen, consideradas de esta manera -según pseudo-Calvelli- por la ambiguedad de la «moraleja» (en el plano histórico, recurriendo a Orígenes), y si cabe más importante, por la patente puesta en duda de la sabiduría de Salomón (ya en un horizonte espiritual, siguiendo la exégesis del padre alejandrino). En estos textos que se me brindaban, para un lector atento y malintencionado, se podía observar un Salomón pueblerino, más pastor que rey, llegando incluso a jocoso y burlón. El pseudo-Calvelli, retomando la interpretación ya clásica de Hartley y Burton (Cambridge, 1893), alude al origen popular de un conjunto de leyendas semitas que giraban en torno a la figura mayestática de un rey, personificado después en la figura histórica de Salomón (¿Un Salomón histórico y uno mitico?), del que emanaban enseñanzas a veces más serias y espirituales y otras más bufonescas y pastoriles. Desde este punto de vista, el legado salomónico estaría más cerca del Nasreddin sufí, que de la figura bíblica. La imposición de un carácter al rey constructor del Templo de Jerusalen fue tarea de talmudistas posteriores, que sustrajeron lo vulgar de las leyendas dejando nada más que el Salomón solemne y rey sabio. Aunque se marca como un estudio menor y no es verdaderamente innovador, este pseudo-Calvelli resulta interesante por dar entidad a este aspecto aparentemente invisble de la figura de Salomón, sobre el que he investigado por mi cuenta, y del que no he hayado más bibliografía específica (sobre la figura no-bíblica de Salomón) que la citada. No existen referencias en viejos archivos a los textos originales hebreos ni traducciones a otros idiomas de estas leyendas apócrifas. Parece que este «Salomónica» y este Nicola Calvelli que me ocupa sean un milagro venidos de un tiempo paralelo en el que sí se han dado todos los supuestos necesarios para la aparicion de este libro.

Para finalizar este apunte sobre una extravagancia bibliográfica, quisiera transcribir una de las historias que aparecen en este librito, una de las que más impresión me ha causado, y que, como comentaba anteriormente, atestiguan esa ambiguedad en las formas, que nos hace dudar si estamos ante un rey sabio o un bufón muy oportuno. (La cursiva es mía).

1. En aquel tiempo vinieron al rey dos pastores samaritanos, y se presentaron ante él. 2. Y dijo uno de ellos: ¡Ah, señor mío! Yo y esta hombre morábamos en una misma casa, y cagó estando con él en la casa. 3. Aconteció al tercer día después de él cagar, que empezó a oler fatal la casa, y morábamos nosotros juntos; ninguno de fuera estaba en casa, sino nosotros dos en la casa. 4 Y una noche el olor fue insoportable, porque él no se había limpiado al cagar. 5 Y se levantó a medianoche y esparció su mierda junto a mí, estando yo, tu siervo, durmiendo, y volvió a su lecho. 6 Y cuando yo me levanté de madrugada para dar de comer a las bestias, he aquí que olí la mierda; pero, por la oscuridad, no lo observé hasta por la mañana, que vi mi alcoba repleta de basura, que no era mía. 7 Entonces el otro hombre dijo: No; esa mierda era suya, que es un guarro. Y el otro volvió a decir: No; esa mierda es tuya, que no te limpiaste el culo, y por eso olía tan mal. Así hablaban delante del rey. 8 El rey entonces dijo: Este dice: El olor no es culpa mía, y la mierda es tuya; y el otro dice: No, mas la mierda es tuya, y la posiste en mi alcoba. 9 Y dijo el rey: Traedme un paño húmedo. Y trajeron al rey un paño húmedo. 10 En seguida el rey dijo: Tomad el paño, y  limpiaron mutuamente el culo. 11 Entonces el hombre de quien no era la mierda, habló al rey (porque sus entrañas se le conmovieron por la injusticia), y dijo: ¡Ah, señor mío! Limpiaré sus nalgas, pero no será con gusto por ser una injusticia. Mas el otro dijo: Ni a mí ni a ti; nos limpiamos. 12 Entonces el rey respondió y dijo: Que sea sólo el indiferente el que limpie la mierda, y al otro le sea limpiada; no es suya la mierda. 13 Y todo Israel oyó aquel juicio que había dado el rey; y temieron al rey, porque vieron que había en él sabiduría de Dios para juzgar.

Escrito en un estilo tosco y de interpretación bastante discutible, este relato jocoso de los dictámenes del Rey Salomón muestra de forma magistral la sabiduría popular en la tradición semítica, más allá del Talmud y determinadas interpretaciones midráshicas, demostrando que el espíritu del pueblo se puede expresar con toda su sabiduría en los cuentos populares. Este relato, corto pero intenso, haciendo ahora una interpretación rápida, a vuelapluma, del relato, la enseñanza principal que sacamos esm sencillamente, no pretendas cargar a otros con tus problemas, cada uno limpia su propia mierda.

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