Este país tiene más problemas de los que se merece y más soluciones de las que se solicitan.
Ralph Nader
Esta semana he asistido a una Seminario organizado por la Facultad de Filología de la US muy interesante. Consistía en una serie de conferencias que abordaban la «cultura no-oficial» de los Estados Unidos, o mejor dicho, aquellos aspectos menos conocidos pues son menos exportados al extranjero. Frente a la cultura homogénea, blanca, prácticamente teocrática, la que nos transmite el Hollywood más comercial, existe una gran diversidad de variaciones artísticas, de pensamiento, de formas de vida distinta, e incluso se puede llegar a hablar de «culturas» distintas dentro del mismo marco de los EE. UU. En realidad, la mayoría de los aspectos que voy a mencionar son de sobra conocidos: la esclavitud y la discriminación racial, el mundo «sureño», o los colectivos LGTB y sus expresiones culturales. Es decir, todo el mundo conoce la serie «Raices», y ha visto «Lo que el viento se llevó» o «Philadelphia». Pero, ¿acaso sabemos el significado real de estas «minorías» dentro de la cultura estadounidense? Sin contar las particularidades del Sur de los EE. UU., cuya historia es para echarle de comer aparte, lo demás podemos cerrarlo dentro de la segunda mitad del s. XX, cuando todo el mundo cambia, y la convulsión social es más fuerte que antes. No sólamente los movimientos por los derechos civiles encabezados por negros, por homosexuales, y otros colectivos menospreciados en la sociedad estadounidense son reseñables; también es importantísima la convulsión que sufre el mundo blanco (los W.A.S.P.), sobre todo la juventud, que se ve completamente revolucionada. Esto es mostrado con elocuencia perversa en las novelas de formación (Bildungsroman) de entre los años cincuenta y setenta, novelas como El guardián entre el centeno, de Salinger,o La camapana de cristal, de Sylvia Plath. Estas novelas muestran a jóvenes a los que se les ha inoculado un ideal de vida ( el american way of life) pero que al entrar en contacto con el mundo real, chocan literalmente contra una sociedad que no es la que les habían contado, y caen en una vorágine de experiencias extremas y locura. Ese ideal está representado por figuras como Shirley Temple, la niña perfecta, blanca, adorable, de ojos azules, que Peccola, la protagonista de Ojos azules, de Toni Morrison, quiere llegar a ser. Baste decir que Peccola es una niña negra, que vive en un barrio malo, con un padre que la maltrata y la viola. Y esta novela no sólo representa las condiciones que llevan a esta niña hasta la locura; también pretende mostrar las condiciones y la exclusión social que sufren (sufrían, al menos no tanto) los negros en los EE. UU.
Esto nos lleva a otro punto importante: la segregación racial. Pero no sólo de negros con respecto a blanco: también de latinos, asiáticos, judíos, etc. Cierto es que los negros han sufrido un poco más, y tal vez por ello, sus quejas han estado a la altura de sus penurias. Me gustaría hablar de otras expresiones culturales como el blues, el cual considero un pilar fundamental de la cultura negra para la expresión de su situación. Pero me emocionaría y alargaría este post demasiado. Pese a todo, a que pueda parecer lo contrario, existe mucha producción escrita a la que referirnos. El blues lo considero importante porque, dado que la alfabetización de los esclavos era escasa, la expresión musical no requería de unos conocimientos especiales, simplemente memoria y habilidad musical. La difusión era bien sencilla. Pero, como digo, hay producción escrita muy importante, donde los negros (no sólo en masculino, también <y sobre todo> en femenino) desde muy temprano dieron testimonio de su miseria, de la esclavitud, y más tarde, cuando llega la emancipación, de algo que es todavía más importante: la búsqueda de su identidad. El movimiento por los derechos civiles no es más que la punta del iceberg de todo un movimiento cultural. Un grandioso grupo de mujeres, desde la ya mencionada Toni Morrison (por cierto, la primera mujer negra en recibir el Nobel de Literatura en 1993), pasando por Alice Walker, Gloria Naylor, bell hooks, entre muchísimas otras. Podemos incluir entre esta caterva de hitos culturales el Oscar a mejor actriz en 2001 a Halle Berry por Monster’s Ball, aunque muy criticada por perpetuar unos estereotipos arcáicos, fue la primera persona de color en ganar dicho galardón. Y hablo de los negros pero no son los únicos que dan muestras de sus inquietudes por las discriminación. Si seguimos hablando de discriminación racial, o étnica si se prefiere, chinoamericanos y chicanos también tienen mucho que decir. Todo viene principalmente de el choque de culturas: jóvenes como de los que hablaba antes que se encuentran en medio del conflicto entre la cultura de sus padres y el crisol que representa la sociedad estadounidense. El peligro de la aculturación, de la segregación, de la discriminación, está a flor de piel. Como con todo, al final se reduce a una búsqueda de la identidad, de encontrar el lugar en el que uno se encuentra más cómodo, de conocer el lugar que poder llamar hogar.
Podemos mirar también a otro tipo de discriminación. La historia de la esclavitud, y de las penurias que pasaron los negros en el Sur es larga, pero abierta, pública (era un negocio). La historia de la discriminación de homosexuales tal vez esté mucho más velada. Se puede entender que las preferencias sexuales están en la alcoba, y eso ocupa a dos personas (aunque crea todo el mundo que es asunto suyo). La discriminación es si cabe igual de fatal que la que soportaron los negros. No fue hasta los disturbios de Stonewall de 1969 cuando el colectivo LGTB dijo «hasta aquí hemos llegado», y se liaron a botellazos y bolsazos contra la policía de New York. A partir de entonces, lo mismo, la búsqueda de la identidad, de un lugar en el mundo, se vuelve algo abierto. Prolifera desde entonces mucha literatura gay con distintos objetivos, sobre todo el de la sensibilización. Destacan las obras dramáticas, que copan primero Off-Broadway (y Off-Off-Broadway) y más tarde llegan a Broadway. Uno de los primeros hitos es The boys in the band, de Mart Crowley, donde por primera vez se representa abiertamente un grupo de gays con distintos estereotipos marcados para el gran público. Desde entonces la problemática homosexual ha ido creciendo, no sólo hacia el reconocimiento de unos derechos, sino también por el surgimiento de otros problemas. Cuando en los ochenta hace su aparición en escena el SIDA, el colectivo homosexual es uno de los grandes afectados, y también dará cuenta de ello. Angels in America, de Tony Kuhsner (arriba el cartel), es una obra de principio de los noventa que pretende abarcar todo aquello por lo que pasan los homosexuales en una sociedad que les discrimina por distintas razones. Desde entonces, la rebeldía ha caido un poco en lo pretencioso, pero sigue siendo un punto importante en la literatura y los teatros de los Estados Unidos.
Termino esta breve exposición de esos Estados Unidos diversos, ricos, llenos de matices, de aspectos interesantísimos, de una cultura misteriosa y sorprendente, más allá de los que nos ofrece el circuito comercial hollywoodiense, los McDonalds y demás, con un pequeño perfil de ese Sur venido a menos, olvidado, empequeñecido tras la Guerra de Secesión por un Norte industrial y antropófago (arriba, fotograma de Lo que el viento se llevó). Obviamente, por lo que más se recuerda al Sur (no voy a enumerar qué estados le corresponden) es por el esclavismo, por las plantaciones y los latifundios, y sus terratenientes casi feudales, que comenzaron una guerra civil en los «Estados Unidos». Después de eso, de perder la guerra (porque la perdieron), quedaron como un sur agrícola, atrasado, devorado por la cultura del Norte, y dejados por catetos rurales. Pero hay una nobleza, un estoicismo en la cultura sureña que no hay en el Norte. Autores como Faulkner lo muestran. El Sur es una tierra de tradición. Esto siempre suele estar asociado a un cierto retraso, pero no tiene porqué. Simpelmente, su forma de progreso fue distinta a la de sus hermanos del norte, porque sus circunstancias eran bien distintas. Uno de los aspectos más importantes de este sur del que hablo, es la importancia de la naturaleza, del medio natural no sólo como un lugar de explotación, también como un hogar, incluso como casa espiritual donde el sureño se encuentra. La sensibilidad que demuestra su literatura, su poesía, en este aspecto es fascinante. Y es que las apariencias son sólo apariencias. Los paralelismos que pueden encontrase entre el Sur de los Estados Unidos y otros sures son amplios. ¿No es similar la situación norte-sur de los EE. UU. y España, por ejemplo? ¿O entre EE. UU. y toda Europa? Y de sobra sabemos las maravillas que ha dado Extremadura, Castilla, o Andalucía. O España e Italia (qué decir de Grecia) en comparación con Inglaterra o Alemania. Hay mucho que descubrir en el Sur (de los Estados Unidos), más de lo que la cultura oficial nos mandar saber.
Quisiera despedirme con el poema de Walt Whitman Oigo cantar a América, en el que habla de todas esas pequeñas cosas que tiene, no sólo los Estados Unidos, sino cualquier lugar del mundo, más allá de la cultura que se nos quiere hacer vender, del folklore vistoso y exótico. Hay mucho mundo que descubrir, y muchos prejuicios que dejar atrás para conocer lugares tan diversos en realidad como lo son los Estados Unidos.
Oigo cantar a América, oigo los cánticos variados,
los de los artesanos, gozosos y enérgicos,
el carpintero canta su canción mientras mide sus tablas y sus vigas,
el albañil canta la suya al disponerse a trabajar o al finalizar su trabajo,
el botero canta la suya en su bote, el estibador la canta en su cubierta de vapor,
el zapatero canta la suya sentado en su banco, el sombrerero la canta de pie,
la canción del leñador, que va por su camino, de mañana, o durante el descanso del mediodía, o a la puesta de sol,
la canción deliciosa de la madre o de la recién casada, en sus faenas, o de la muchacha mientras cose o lava,
cada uno canta la que sabe, nada más.
El día, lo que al día pertenece; y por la noche, la cuadrilla de jóvenes cantará con la boca abierta sus melodiosas canciones viriles.