[Alien Ant Farm – Smoth Criminal]
Este no es un post sobre Salvador Raya. Simplemente es el trampolín que me permite hablar del fenómeno «vlogger», una contración de «video blogger», es decir, persona que hace un blog a través de videos, en lugar de escrito, como este. ¿Por qué Salvador Raya? En realidad, a este tio le he visto dos veces y sólo escuchado una, y fue por esta ocasión por la me dió por pensar. Yo no conocía a este famoso vlogger. Había escuchado mucho hablar de él, sobre todo metiéndose con él. Al parecer no levantaba muchos entusiasmos. Ya por curiosidad, entré en su canal de Youtube. Me sorprendió la cantidad de suscriptores, y me lancé a ver algún video. Y como digo, vi dos y no más. Digamos simplemente que no me gustó. ¿Y qué hice? Pues dejar de ver sus videos, simplemente (en este punto, me sorprendió aún más la cantidad de suscriptores). Pero lo peor pasó cuando en El Intermedio, programa capitaneado por el Gran Wyoming, en uno de sus videos parodia, a un presentador de telediario le cambiaban la voz por la de Salvador Raya. Entonces dije «basta».
Toda la polémica que ha surgido alrededor de Salvador Raya me parece estúpida. La gente está «dividida» entre el vlogger que entretiene y está bien y la persona que está «engañando» a todo el mundo. ¿Engañando? Sí, por hacer un papel en sus videos, por actuar, según dicen. ¿Y cuál es el problema? ¿Por qué habría que pedir responsabilidades por ello? ¿Qué significa eso? El tío tiene un «vlog», y si hace un papel, ¡coño! Ha dado con la clave del éxito (hasta «sale» en la tele). Si no hace un papel y es él mismo, igualmente, si le gusta hacerlo, ¡allá películas! Es este «boom» de los vloggers lo que trae cola, tanto por parte de los autores como de sus espectadores, entusiastas o detractores. Sobre los autores, los video bloggers, no hay mucho que decir: tenían una cámara y comenzaron a grabar cosas, les entretenía y comenzaron a tener éxito en Youtube, estupendo. No tiene más. Y es exactamente lo mismo que tener un blog como este, o un Flickr, o Tumblr, o Webcomic, o lo que sea. Son espacios donde uno comparte unos contenidos con un marcado carácter personal, sean cuales sean los contenidos. Lo que cambia es el soporte.
La principal crítica que yo puedo lanzar contra los vlogs es que son la última fase de la erosión del conocimiento. Si internet parecía una zona franca de influencias que superaba a la tele en fiabilidad, las masas enfurecidas de seguidores de los vloggers han lapidado este supuesto. Una de las principales características de internet es la «lectura vertiginosa»: hay tantos contenidos que tienen que ser condensados; se prefieren contenidos breves, directos, y sin mucho artificio; cosas que puedan devorarse en cinco minutos, ser guardadas sin que ocupen mucho espacio en la memoria (en la computadora o en la cabeza), y poder pasar a algo nuevo sin pensarlo mucho. Y además que sea vistoso, que atraiga a un golpe de vista. Eso ha sido un camino a la perdición para los textos. Un texto corto, con poco desarrollo, o espontaneo, como suele ocurrir en internet, no tiene porqué ser malo. Al revés, a veces menos es más, y lo bueno, si breve, dos veces bueno. El problema surge en la lectura. Como digo, un texto breve puede ser lo más enjundioso del mundo, pero la actitud predominante en internet es la de recorrer rápido lo más posible. Ya no existe el lector atento. El texto se ha visto devaluado porque no se sabe leer. Y el que escribe lo sabe, por lo tanto le da al público lo que es capaz de leer. Esto ataca fundamentalmente a la capacidad de desarrollar por uno mismo el pensamiento, de la atención y la concentración, y, para qué engañarnos, de la autonomía. El lector no lee sino lo que es fácilmente asimilable, y el escritor se amolda a este esquema. Todos pierden su autonomía.
Mientras tanto, otro tipo de contenidos han tenido mejor suerte, y esto es precisamente porque se amoldan al modelo que internet predica: lo rápido y lo dado. Por ejemplo, Flickr, Devianart, o el ya perdido Fotolog. Exposición de imágenes, fotos propias u obras de arte. Prácticamente como ir a un museo: pasas por delante de un cuadro, lo miras como pensando, pones pose de interesante, dices «¡Oh, sí! Muy bonito» y pasas al siguiente, y todo en menos de 15 segundos. Internet añade al museo que puedes robar la imagen si te gusta para usarlo en un post de tu blog o como fondo de pantalla. O el Webcomic, que requiere de un poco más de concetración, lo cual puede ser letal. No digo que no haya gente con talento, los hay. Pero a los verdaderamente buenos les cuesta destacar porque ahora mismo cualquiera que sabe escribir tiene un blog; cualquiera que sabe dibujar tiene un Webcomic; cualquier que tiene dedos prensiles y una cámara se cree fotógrafo.
Y llegamos a lo interesante, los video blogs. Estos son el colmo y el culmen de internet. Representan lo máximo en rapidez y en lo dado. Con «lo dado» me refiero a que el usuario de vlogs no tiene que pensar: un tio te cuenta algo, hace algo más o menos gracioso, y el espectador, pasivo, se traga la mierda. Están al mismo nivel de concentración que los videos de gatos graciosos o de rusos borrachos. Igual que antes, seguro que hay vlogs interesantes, originales, atractivos, con contenidos buenos y creativos, el cual la necesidad del video se autojustifica. Yo sigo algunos que son interesantes. Pero obviamente la mayoría son gilipollas con ganas de fama que cuentan cualquier cosa y su mejor baza son o tetas o absurdo. Comprobadlo si queréis. Al igual que con twitter, podría construir una conversacióna base de opiniones de otro, y seguro que sin ningún contenido la mayoría. Lo peor es eso, que te puedes encontrar con personajes que no hago más que preguntarme ¿por qué la gente les sigue? Igual todo el mundo es idiota.
Porque el apocalipsis viene ahora. A pesar de todo esto, la gente se empeña en ofuscarse, en hacerse fanáticos de uno u otro vlogger, en repetir sus gilipolleces. O de decir, «bhá, eso lo puedo hacer yo, y mejor». ¡Pues hazlo, cojones! O no lo hagas, da igual. Ahora mismo la técnica nos permite estar a la altura de esos vloggers que tanto admiramos o despreciamos, ser ilustradores o dibujantes como cualquier webcomiquero medianamente ingenioso. Pero también sé que tengo una lista aburridísma de blogs interesantes que no tengo tiempo o ganas de leer. Es una paradoja: o eres lector de este tipo de contenidos, o eres autor. Y a pesar de ello montamos guerras entre fans de uno u otro vlogger, o se lanzan discusiones absurdas sobre si tal o cual autor es o no un fraude. ¿Te sientes engañado? ¡Deja de seguirlo! Es bien sencillo. Nos obcecamos en cosas que no son importantes. Todo el mundo es idiota. Sobre todo yo por entrar al trapo e intentar encontrar una explicación a un problema tan absurdo. La solución es ponerse a pensar. ¿Internet lo impide? Pues complementemos internet con nuestra voluntad. Nada de olvidarse de internet, ni mucho menos: es una de las mejores herramientas que tenemos ahora mismo. Lo que hay es que pensar, ser crítico con lo que leemos, o vemos, poner atención, concentrarse lo suficiente como para saber si algo merece la pena o no. Y si Salvador Raya te gusta, pues bien, y si consideras por tu propia reflexión que no vale el tiempo que gastas en ver un video suyo, ¡cógete un libro! ¡Joder!
Buena reflexión.
Lo último que comentas no creo que sea más que una actitud derivada de ese nuevo modo de interactuar. Cuando la gente se comprometía con sus pensamientos y les dedicaba tiempo, las discusiones eran guerras largas; hoy, cuando todo es rápido, las discusiones no son más que una serie de palabras (básicamente insultos) escritas por internet y a otra cosa, que la vida es demasiado corta como para ser serio.
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