Con dos acordes

Según yo lo veo, existen dos tipos de buenos músicos, los que abogan por la sencillez y tienen una «fórmula», y los que gustan de complicarse la vida. Complicarse la vida no significa que no hagan composiciones sencillas, simplemente, que son más «rebuscadas». Voy a referirme sólo a la música popular, porque hablar en estos términos sobre música culta es meterse en camisas de once varas. Esta caracterización la hago porque desde hace poco tiempo estoy teniendo la experiencia de no ser capaz de terminar una canción, porque siempre me falta algo: o la melodía es sosa, o los acordes tienen poco color, o la letra me parece insulsa, etc. No digo que sea un buen músico (no me lo considero), pero si llegara a serlo, temo que acabaría siendo de los que se complican la existencia, y no porque quiera innovar, sino porque es «lo que me suena bien» cuando toco. Pese a ello, la inmensa mayoría de las composiciones populares más famosas tienden a ser lo más sencillo del mundo. Como grandísimo ejemplo, You can’t always get what you want, de los Rolling, que además resultamás que aplicable a mi situación.

Cuando música buena pueden ser dos acordes (más uno, en este caso). Un simple Fa y un Do, con un puente en Re. Sin estravagancias ni artificios, un Fa y un Do normales. Como este hay cientos de ejemplos. Hablo desde el punto de vista de la guitarra, por supuesto. ¿Quién no ha intentado tocar alguna vez Somewhere over the rainbow? ¿O The house of rising sun? Y, por el amor de Dios, son las cosas más sencillas del mundo, y tienen carisma, color, bullen de sentimiento. Pues puede que sea que he escuchado tantas cosas así de sencillas con tanta calidad que a uno le da miedo repetir lo que ya ha sido hecho, de copiar sin querer a quien admira. O puede que sea simplemente que uno no es un Perales que sepa hacer canciones sencillas con sentimiento. No todo músico tiene esa capacidad. Por eso, puede que yo me vaya por la tangente e intente colorear saliendome de la raya, y buscar el expresionismo, tal vez algo similar al trabajo de guitarristas (de finger picking) como Andy McKee, Tommy Emmanuel, Dan Crary, o Don Ross, aunque esta afirmación puede resultar discutible. A este último [Don Ross] le tengo especial aprecio, y aunque mi favorita es Elevation Music, creo que mejor ejemplo puede ser Thin Air, una maravilla.

Y tanto para los Rolling como para canciones como esta, la reacción posible que acude a mi cabeza es esta:

Uno siempre piensa que no va a ser capaz de completar nada de lo que hace, que la creación es en realidad una actividad estéril (de esto hablaré en otro momento). En otros ámbitos tal vez no, pero en el de la música, hay momentos en los que la ilusión me arrebata, pero otros muchos me da la sensación que no hago nada a derechas. Sobre todo cuando escuchas a gente que no son superhéroes de la música (en el sentido de artistas internacionalmente conocidos, que lo serán), sino gente cercana a ti, que hacen cosas sencillas y bonitas, y hacen parecer que la composición es algo que «sale». Eso me ha pasado esta misma mañana, escuchando un podcast en el que hacían una entrevista a Lena Carrilero y tocaba alguna de sus canciones (cantautora que recomiendo encarecidamente). Estaba yo con la guitarra entre mis zarpas, y en una de sus canciones me pongo a improvisar un solo y me digo a mi mismo «pero si es un Rem y un Lam nada más» (espero que si ella lee esto por casualidad y estoy equivocado, no sea muy cruel). Y la canción era encantadora. Yo, aunque tengo canciones sencillas, pero porque lo exige el tipo de canción, la mayoría no baja de los seis acordes con arpegiados, arreglos modales, acordes no-comunes (dejémoslo así), etc.

Después está ese otro tema peliagudo que es el de la «fórmula», que comentaba al principio. Se puede ser un músico con composiciones sencillas, y no tener una fórmula. Pero es una tendencia: una vez se descubre la «fórmula» con la que hacer canciones que te gusten, y además sea medio decentes o buenas, es muy difícil desprenderse de esa rutina. Este tiende a ser un problema para los cantautores en el sentido clásico español de la palabra (nada que decir del folk americano, o de la música de «cantautor» extranjera). Y en general no sólo para esta clase de músico, sino para cualquiera, pasa en todas las mejores familias. Pero parece que el encasillamiento en el cantautor español es mayor. En tanto estilo de música y temática de las letras. Este estereotipo es una forma devaluada de la «canción protesta española»: cuando se acabó la protesta política, el individuo se vuelve hacia sí mismo, y habla de su interior. La música es sencilla, porque lo que importaba era el mensaje, y ahora, la música es sencilla porque el mensaje no requiere de grandes construcciones, es grande por sí mismo. La guitarra, un instrumento barato, y fácil de aprender a manejar a nivel usuario. Y, bueno, ya tenemos los secretos del éxito. Pero como dicen por ahí, estamos cansados de canciones de desamor. Un contraejemplo fantástico al estereotipo de cantautor que me gusta es Javier Krahe: la música es increiblemente variada, las letras ingeniosas, los conciertos los da con banda.

Con esto quiero decir, se puede hacer algo distinto. Parecía que los temas sobre los que hablar en filosofía estaban ya todos desplegados cuando aparece Foucault y habla de cárceles y de locos. Simplemente hay que buscar la brecha. La verdad, ojalá yo supiera hacer música con dos acordes, y seguro que sé, pero me obceco en no quedarme en lo dispuesto. Lo más probable es que tenga menos trasfondo mental y sea simplemente que no tengo esa capacidad. Pero para eso estoy, para superarme. Estoy trabajando en un nuevo blog sobre cine y música, tal vez en el futuro suba alguna canción propia, ya me diréis qué opináis. Mientras tanto, sea con dos acordes o con chorrocientos, si eres músico, simplemente intenta hacerlo como mejor sepas, y sobre todo, disfruta de la música.

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