Catorce (14) de Abril de 2011. Se celebra el 80 aniversario de la proclamación de la II República Española. ¿Qué República? ¿Qué se celebra? No hay mayor pena que la de conmemorar lo que ya no es, como el divorciado que celebra su aniversario de boda. Es un poco triste, y parece que sólo consiente ser tarea de melancólicos nostálgicos que ven que cualquiera tiempo pasado fue mejor. «Te echamos de menos, República…», sollozan algunos. Y hay quienes ni siquiera la vivieron. Muchos, la verdad. Bueno, yo también soy un enamorado sin amante a quien otorgar dones; yo también, como muchos, anhelo esa abstracción de la historia que no vivimos, y no por pasión descabellada -«des-cabezada», irracional, ideologizada-, sino por meticuloso estudio, conocimiento, e interiorización, de lo que aquel hito en la Historia de España, la II República, supuso dentro del propio devenir del trauma que fue el s. XX para un país como este que habitamos.
¿Qué República? No «fuimos» (uso fuimos para integrarme/nos en una super-estructura cultural como puede considerarse a un Estado-Nación moderno en la Historia) los únicos que tras la horrible Gran Guerra, la que verdaderamente abrió el s. XX, quisimos repensar la estructura del mundo del Hombre -aunque no podemos valorar si a mejor. Calleron muchos regímenes todavía anclados en un Antiguo Régimen vagamente modernizados. La Madre Rusia, zarista, se transformó en apenas cinco años en la Unión Soviética, que aguantó hasta 1989. Aparte de este movimiento, se proclamaron multitud de repúblicas por toda Europa Occidental. Grecia proclamó su Primera República en 1924. Irlanda se independizó de Reino Unido en 1922. Anteriormente, en 1918 apareción con la disgregación del Imperio Austro-Húngaro, la República de Checoslovaquia, así como la de Austria; y un año después, en 1919, Alemania se convertía en la República de Weimar. Y con todo ello, la más tardía fue la II República Española, que no lo hizo hasta 1931. Florecieron todas ellas en un ambiente de optimismo humanista, en los «alegres veinte», lejos de la decepción de los mercados con la depresión de los treinta, y como modelo a seguir para el desarrollo del hombre en el Estado. A excepción de la República de Irlanda y poniendo aparte a la Unión Soviética, todas se derrumbaron durante los años treinta, antes o después, invadidas la mayoría por el fantasma del fascismo. Con la Segunda Guerra Mundial, todo optimismo republicano se fue al garete.
El problema de esas repúblicas fue su «exceso» de optimismo. Quisieron arreglar todo de forma rápida, ilusionados, cuando los lugares sobre los que estaban implantando reformas no estaban preparados ni estructuralmente ni socialmente para dichos cambios. La II República también sufrió este desequilibrio, y finalmente lo pagó con una guerra civil y una dictadura de cuarenta años.
¿Qué se celebra? Desde cierto punto de vista, realista, no hay nada que celebrar. Es lo mismo que celebrar el Alzamiento Militar del 18 de Julio, aunque quien celebra esto tiene más «ventura histórica» de la que jactarse. Son momentos que forman parte de la historia de España, y que dieron forma a la España actual; pero en realidad nada tienen o tendrían que ver con la España de ahora. Sin duda, esta se podría considerar la visión burocrática del momento presente. Pero tal vez haya que ir más allá. Se celebra que hubo un momento en el que un grupo de personas se atrevió a ir más allá, a mirar al futuro, y a querer activamente mejorar el país. Si bien es cierto, no todo fue un campo de margaritas, ya que, como en todo país con pluralidad ideológica, hubo desavenencias, y problemas internos, y en muchos caso el exceso de optimismo hizo que el gobierno de la República en ocasiones se desbordara. Es más el símbolo, la energía y la alegría ciudadana, el querer verse realizados como una unidad autónoma, y llevarse como pueblo, juntos, por el camino de la libertad. Pero las utopías nunca duran.
Digamos que se celebra lo que quiere volver a celebrarse. Nostalgia por querer que no hubiera terminado, y que todos juntos perfeccionáramos aquello, perfeccionándonos al mismo tiempo a nosotros mismos. El Canto a la Libertad de Labordeta. Eso representa la II República.
Finalmente, quisiera recordar este fragmento de Campo de Almendros de Max Aub, que desde que lo leí por primera vez en el instituto, no he conseguido olvidarlo, y cada vez que lo leo, me emociona:
Estos que ves ahora deshechos, maltrechos, furiosos, aplanados, sin afeitar, sin lavar, cochinos, sucios, cansados, mosdiéndose, hechos un asco, destrozados, son, sin embargo, no lo olvides, hijo, no lo olvides nunca pase lo que pase, son lo mejor de España, los únicos que, de verdad, se han alzado, sin nada, con sus manos, contra el fascismo, contra los militares, contra los poderosos, por la sola justicia; cada uno a su modo, a su manera, como han podido, sin que les importara su comodidad, su familia, su dinero. Estos que ves, españoles rotos, derrotados, hacinados, heridos, soñolientos, medio muertos, esperanzados todavía en escapar, son, no lo olvides, lo mejor del mundo. No es hermoso. Pero es lo mejor del mundo. No lo olvides nunca, hijo, no lo olvides.
Salud, y República.