El hombre fue llevado a juicio ya conociendo que no tendría oportunidades de escapar al terrible veredicto, que le llevaría a la horca. El Juez, también enterado de la trampa, cuidó no obstante de dar todo el aspecto de un juicio justo, por ello dijo al acusado: «Conociendo tu fama de hombre justo y devoto del Señor vamos a dejar en sus manos tu destino. Vamos a escribir en dos papeles separados las palabras culpable e inocente. Tú escogerás y será la mano de
Dios la que decida tu destino».
Por supuesto el juez había preparado dos papeles con la misma leyenda: «CULPABLE» y la pobre víctima aún sin conocer los detalles se daba cuenta que el sistema propuesto era una trampa. No había escapatoria.
El Juez conminó al hombre a tomar uno de los papeles doblados. Éste respiro profundamente, quedó en silencio unos segundos con los ojos cerrados y cuando la sala comenzaba ya a impacientarse abrió los ojos y con una extraña sonrisa tomó uno de los papeles y llevándolo a su boca lo trago rápidamente. Sorprendidos e indignados los presentes le reprocharon airadamente: «¿Pero qué hizo? Y ahora, ¿cómo vamos a saber el veredicto?». «Es muy sencillo», respondió el hombre. «Es cuestión de leer el papel que queda y sabremos qué decía el que me tragué».
Hermano, suerte.
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